Caos y desorden en el escenario actual

Caos y desorden en el escenario actual

Un avance notable en la percepción social

En las últimas décadas, hemos sido testigos de un notable avance en la percepción social de las trabajadoras sexuales. Históricamente, estas mujeres, definidas por la Real Academia Española como “personas que mantienen relaciones sexuales a cambio de dinero”, han enfrentado un estigma profundo y persistente. En el pasado, su actividad se desarrollaba en la calle, en esquinas solitarias, a cualquier hora del día o de la noche, o en lupanares que variaban en calidad y precio, desde los más miserables hasta los más lujosos.

La profesión ha sido siempre dura y desigual, con un alto riesgo de contraer enfermedades venéreas y la amenaza constante de la violencia por parte de proxenetas y otros actores del entorno. Esta realidad ha convertido a las trabajadoras sexuales en carne de desprecio social, relegadas a un papel marginal tanto en la literatura como en la vida pública, y con una vida profesional que a menudo es breve y llena de dificultades.

Desafíos y realidades contemporáneas

A pesar de los avances, la lucha por la dignidad y los derechos de las trabajadoras sexuales continúa. La estigmatización y la criminalización de su labor perpetúan un ciclo de violencia y exclusión. Muchas de ellas aún se ven obligadas a operar en la clandestinidad, lo que las expone a situaciones de riesgo y abuso. La falta de reconocimiento legal y social de su trabajo contribuye a que sigan siendo vistas como un problema en lugar de como individuos con derechos.

Es fundamental que la sociedad reconozca la complejidad de esta profesión y abogue por un enfoque que priorice la salud, la seguridad y los derechos humanos de las trabajadoras sexuales. Solo a través de un cambio en la percepción social y de políticas inclusivas se podrá avanzar hacia una realidad más justa y equitativa para todas.

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