Transformando la identidad del niño: La Infiltrada
Reflexiones sobre la educación y la represión
No poseo conocimientos en medicina, física, química, enfermería ni en temas psicológicos. Mis primeros cuatro años en el colegio transcurrieron en un ambiente de castigo, en el sector menos favorecido de los padres claretianos. Muchos de ellos actuaban como padrastros, aunque también hubo algunos que destacaron por su bondad. Esta experiencia ha dejado una huella profunda en mi vida, que se refleja en nuestra reciente novela coral del taller universitario de literatura, titulada QUIJOTE NEGRO E HISTÓRICO.
En esta obra, el Padre Claret, quien fue confesor de Isabel II, ocupa un lugar central como uno de los protagonistas. Este personaje representa a los clérigos que, en lugar de guiarme, optaron por reprimir mi desarrollo. Aunque puedo perdonar las hostias recibidas, no puedo olvidar la represión que sufrí, cuyas consecuencias aún me acompañan. Durante siete años, viví con miedo, recordando cada noche antes de dormir que estaba destinado a la condenación, una carga que no se supera con facilidad.
El impacto de la represión en la formación personal
La educación recibida en ese contexto no solo fue un proceso de aprendizaje, sino también una experiencia de control y miedo. La figura del Padre Claret simboliza esa dualidad: un educador que, en lugar de fomentar el crecimiento personal, optó por la disciplina y la represión. Este enfoque ha dejado marcas que perduran, afectando mi percepción del conocimiento y la curiosidad.
La novela, por tanto, no solo es una obra literaria, sino también un reflejo de las luchas internas que muchos enfrentan debido a experiencias educativas similares. La necesidad de cuestionar y reflexionar sobre estas vivencias se vuelve esencial para poder avanzar y encontrar un camino hacia la sanación personal.
